martes, 9 de septiembre de 2014

Cómo citar blogs, videos, tweets, posts y correos electrónicos


Guía de citación de social media



Sabemos que nos es la guía más exhaustiva, pero esperamos que sea una referencia útil para quienes consultan fuentes de aparición reciente.

 

MLA
APA


ENTRADA DE BLOG
Apellido, Nombre.  “Título de la entrada del blog”. Título del blog. Editor. Fecha de publicación. Página. Fecha de acceso.
Apellido.  Inicial. (Día, mes, año). Título de entrada de publicación del blog . [Página de la publicación]. Consultado en http://thewebsite.com
YOUTUBE
VIDEO
Título del video. Fecha de publicación. YouTube. Página. Fecha de acceso.
Apellido. Iniciales. (Día, mes, año). Título del video [archivo del video]. Consultado en
http://www.youtube.com/specificURL
TWEET
Apellido, Nombre (nombre de usuario). “Mensaje de Twitter aquí”. Fecha de publicación. Tweet.
Usuario de Twitter. (Día, mes, año). Mensaje de Twitter [publicación de Twitter]. Consultado en http://twitter.com
PUBLICACIÓN DE FACEBOOK
Apellido, primer nombre. “Mensaje de Facebook”. Facebook. Fecha de publicación. [Fecha de acceso. <dirección de página web>].
Nombre de usuario. ( Día, mes, año ). Publicación de Facebook.  [Actualización de Facebook].  Consultado en http://facebook.com

CORREO ELECTRÓNICO
Apellido, Nombre. “Título del mensaje”. Nombre de quien recibe el mensaje. Día de envío del mensaje. Correo electrónico. ítulo del mensaje”. Mensaje para el remitente. Fecha del mensaje. Correo electrónico.
En el texto mencionar solamente
(Comunicación personal, día, mes, año).


martes, 5 de agosto de 2014

En obra negra (herramientas para escritores): la corrección



¿Tu estilo de escritura se inclina hacia la forma lúdica del lenguaje? La “corrección” como recurso retórico puede ser útil para ti. Al momento de hablar, algo “se nos puede salir”, es decir, podemos decir lo que no queríamos o decirlo de una manera no planeada (el subconsciente es canijo); en tal caso, para los hablantes terrenales comunes es imposible regresar el tiempo para “no haberlo dicho”.



La escritura, en cambio, implica otro proceso: nos permite pensar antes, borrar, cambiar, reescribir… Sin embargo, hay veces que un autor puede afirmar algo, expresar una fórmula de disculpa y decirlo de otra manera. Esto queda como una fórmula aparentemente inocente que carga de sentido tanto la primera expresión como la segunda y el conjunto, esto representa el uso de la figura retórica en cuestión.



El Diccionario de figuras retóricas de Jesús María Navarro explica la figura “corrección” (en latín correctio, en griego epanortosis) de la siguiente manera: “Es la figura que enmienda un fingido equívoco o limitación para acentuar la importancia o magnitud del asunto. Ejemplo tomado de un sermón guadalupano: ‘Pues esta misma felicidad, dije mal, con mayores ventajas y con mayor satisfacción nos la promete María Señora’. Silvio Rodríguez tiene esta misma figura en una de sus canciones: ‘Y así bajé hasta la guerra, perdón, quise decir a la Tierra’ (el poeta está acentuando la agresividad vivida en nuestro planeta)”.



Otro ejemplo de esta figura lo encontramos en Viaje a Parnaso, de Miguel de Cervantes: “Que caducáis sin duda alguna creo;/ creo… No digo bien, mejor diría/ que toco esta verdad y que la veo”.



Tú, narrador, poeta, ensayista, bloggero, lector, ¿tienes algún otro ejemplo de corrección?
















lunes, 4 de agosto de 2014

Presentación de "Recetas para los equívocos"

El pasado martes 29 de julio presentamos Recetas para los equívocos; queremos compartir con quienes no pudieron asistir (y con quienes tengan curiosidad) las palabras de los poetas presentadores y las notas de la noche de palabras celebrada en 9 Vidas Cofee Art engalanado por muebles de Francisco Espino Design.





Consideraciones sobre el amor en Recetas para los equívocos de Gabriela Omayra
(Presentación de Yamilet Fajardo)

En de la tradición clásica encontramos un mito en extremo hermoso por el que me gustaría iniciar, se trata del mito de Sémele y Zeus. Sémele era hija de Cadmo, rey de Tebas, una joven lozana por la que Zeus sintió una gran atracción; sin embargo, Sémele no dejaba de ser simple mortal, era incapaz de tocar la grandeza divina de Zeus, como el hombre es incapaz de tocar lo divino. Sémele no podía ver a Zeus. Con el paso del tiempo ella ya no creía que era él, sino cualquier otro hombre a quien le entregaba su amor, así que le pidió que se le mostrase en todo su poder, cosa que hizo el dios para complacerla; pero incapaz de resistir la visión de los relámpagos que rodeaban a su amante, Sémele cayó fulminada. 
Así la voz poética de Recetas para los equívocos deambula entre el encuentro y el aniquilamiento. Es la búsqueda de lo divino, eso divino que pudiera ser el amor, pero el amor del que aquí se trata no es un concepto, sino algo imposible de nombrar, algo que la poesía, capaz de decir aquello que no se puede decir con palabras, expresa. Una concepción que nos atañe, nos aguarda y,  nos asiste desde antes, desde un principio, desde el grito que deviene en desprendimiento, grito antes que la palabra, ese ¡ay! que surge del delirio primero del hombre. El ser amado aparece desde una mirada incompleta, en donde no se sabe si la relación surge o no, escribe Gabriela Omayra: “ahora solo falta conocer tu aliento/ y cómo lates en mi interior”.
En Recetas para los equívocos encontramos la plenitud, pero también el vacío, ese vacío de todo ser viviente, un hueco dentro de sí que confirma su asentamiento; vacío que es todo un continente, una isla sostenida por el corazón. "empecé a reconocerme en este espacio/ a tu lado en la cama azul donde miramos a esa/ luna creciente".  
Los enamorados son los que abandonan, son los que cambian, y los que olvidan, Jaime Sabines lo sabía. Cuando los amantes despiertan, todo es nuevo y pide ser nombrado. Nada es lo que parece ni eso que los otros miran. Y en la quietud dormida de las cosas diminutas giran precipitadas y tenaces la eternidad y el universo. Ese universo que la autora de Recetas para los equívocos intenta mostrarnos bajo una mirada poética, la de la quietud de un enamorado que espera con una taza de café en mano, mientras peina el necio cabello de su amante y, donde el escribir es ya también un acto de amor. 
La atracción que provoca es un elogio a la belleza. El amor es el deseo por lo bello, comienza por la seducción de un cuerpo hermoso, éste es el grado inferior de las relaciones amatorias según los griegos, uno mayor sería la búsqueda de las virtudes eternas del otro, no tanto la belleza sino su producción. El cuerpo se marchita y se descompone con el tiempo, en cambio la virtud se eleva con las acciones de quien la posee y alcanza lo eterno, así  lo cuenta Diotina a Sócrates y, en verdad, no somos más que lobos sarnosos en busca de belleza. Para Gabriela Omaya que escribe desde un impulso a veces, ligero, a veces atrevido: "el amor es simplemente la carne/ la profundidad de la sal o la leche/ lo fácil que es sentir los sudores y la sangre". 
En Recetas para los equívocos aparece también esta costumbre humana del amor equivocado: "esa terca idea/ de querer verlo otra vez/ es más fácil quedar ciego/ mudo y sordo/ de pronto/ que dejar en paz/ la palabra amor".  
En efecto, escribe Platón en el Banquete: el que ama tiene un no sé qué de más divino que el que es amado. En cuanto a la palabra amor, escribe Octavio Paz: “Es una apuesta, insensata, por la libertad”. Pero la libertad del otro, como lo pensaba Rilke: “ese amor que consiste en que dos soledades se defiendan mutuamente, se delimiten y se rindan homenaje” y contradiciendo a Rilke y, contradiciendo a Paz y, contradiciendo a Gabriela Omayra leemos a Borges: “Felices los amados y los amantes y los que pueden prescindir del amor”. 

 




Presentación de Roberto Galaviz

Después de todo —pero después de todo—
sólo se trata de acostarse juntos,
se trata de la carne,
de los cuerpos desnudos,
lámpara de la muerte en el mundo. 
Jaime Sabines

La mejor poesía, o al menos la más sincera, tiene como elementos esenciales la crueldad, belleza en forma y en fondo, tiene también la música inigualable verso a verso de las emociones que, al añejarse, se convierten en objetos íntimos de la memoria poética del escritor. 

El poeta es una especie de coleccionista, de museógrafo, coloca en el lugar justo, con la luz adecuada, en la esquina perfecta y el ambiente controlado, cada una de las palabras que construyen un poema cual si fuera un monumento —o, mejor dicho, una especie de ruina—.

Si el poema y el poeta son realmente buenos, serán vestigios de una forma única de ver y decir el mundo, serán perdurables y universales. El poema es una compleja museografía de sentimientos, emociones y lenguaje que Gabriela Omayra López ha asimilado y practicado pulcra y directamente en su Recetas para los equívocos: simplifica, traduce y sacraliza el misterio de lo cotidiano regalándolo para nosotros en su forma más pura.

En su obra permea en todo momento la búsqueda por el equilibrio, y es claro que el amor es la idea más antigua al respecto, a nadie debe quedarle duda. ¿Quién no se ha sentido en la paz, o en la felicidad más absoluta entre los brazos, o entre las piernas de quien ama? ¿Quién no sabe, aunque sea por instinto, que la forma más genuina de vengarse del mundo, de la vida, de sus calamidades y tristezas, es amando? Finalmente, dice la poeta: "El amor es la carne, la redundante muerte en cada instante".

El amor, según Omayra López en su poesía, es una constante cuenta regresiva, un contrarreloj, un recordatorio en el momento menos preciso, de la muerte, de
la finitud de nuestra vida, que siempre está más cerca de la muerte mientras más conscientes somos de lo hermosa que es.

El amor nos condena siempre, es morirse frente al espejo, desviar la mirada al reflejo porque sabemos que las horas están contadas, del amor, y de la vida. 

Aquel que escribe poesía —nótenlo—, cualquier día, cualquier calle, parece que tiene a veces la mirada lejos, que está ausente por momentos, que se pierde, parece incluso que están tristes, pero no lo están; les diré un secreto: están esperando o recordando, la vida misma aunque no lo notemos, se nos va en eso, en esperar o recordar.

Celebro el libro que nos entrega Omayra López porque es un museo perfecto de sentimientos, honestos, a ras de pensamiento, y eso —se los digo casi como una orden— hay que agradecerlo.




Notas sobre la presentación
Página 24: http://goo.gl/3USpQG
Imagen: http://goo.gl/sZQziw
Momento: http://goo.gl/3LREtB

martes, 29 de julio de 2014

En obra negra: la paradoja

En obra negra: 
la paradoja



Narradores, poetas, ensayistas, bloggeros, lectores, ¿han escuchado hablar de la “paradoja” como una figura retórica? Paradoja “viene de dos palabras griegas: pará, fuera de; y doxa, opinión. Cicerón la llama cohabitatio. Esta es una figura lógica o de pensamiento que consiste en emplear expresiones o frases que envuelven contradicción. ‘Pues no sabe lo que gana el que pierde a una mujer’ (de una canción popular). Xavier Villaurrutia emplea una paradoja cuando dice: ‘Así, robando la luz / seguimos sin llegar / sin partir’ (del poema ‘Viaje’). Otro ejemplo es la primera estrofa de un poema de Gabriela Mistral:

En costa lejana
y en mar de Pasión,
dijimos adioses
sin decir adiós,
Y no fue verdad
la alucinación.
Ni tú la creíste
ni la creo yo
y es cierto y no es cierto
como en la canción.

‘Decir adioses sin decir adiós’ y ‘Es cierto y no es cierto’ son dos paradojas”. (Jesús María Navarro: Diccionario de figuras retóricas).

En el siguiente fragmento del poema “Espero curarme de ti”, de Jaime Sabines, también encontramos esta figura:

Espero curarme de ti en unos días.
Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible.
Siguiendo las prescripciones de la moral en turno.
Me receto tiempo, abstinencia, soledad.
¿Te parece bien que te quiera nada más una semana?
No es mucho, ni es poco, es bastante.
En una semana se puede reunir todas las palabras de amor
que se han pronunciado sobre la tierra y
se les puede prender fuego.
Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado.
Y también el silencio. Porque las mejores palabras de amor
están entre dos gentes que no se dicen nada.
Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral
y subversivo del que ama. (Tú sabes cómo te digo que te quiero
cuando digo: "qué calor hace", "dame agua",
"¿sabes manejar?", "se hizo de noche"
Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías,
te he dicho "ya es tarde", y tú sabías que decía "te quiero").
Una semana más para reunir todo el amor del tiempo.
Para dártelo. Para que hagas con él lo que quieras:
guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura.
No sirve, es cierto. Sólo quiero una semana
para entender las cosas. Porque esto es muy parecido
a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón.

¿Encontraron la paradoja?, ¿qué otra se les ocurre? Seguramente muchas más. La vida está llena de ellas.

 Isis Padilla

lunes, 28 de julio de 2014

Lanzamiento de "Costumbres correctas"



Por si alguien tiene curiosidad de saber cómo estuvo el lanzamiento de Costumbres correctas, dejamos los vínculos a las notas. En síntesis, llamó la atención la madurez del autor (que contrasta con su edad), la frescura e irreverencia de los poemas, lo estridente de la portada (que ilustra a la perfección el poemario), que la presentación saliera del contexto habitual.
 

La jornada, sobre la conferencia: http://goo.gl/VVV6g5

NTR, sobre la conferencia: http://goo.gl/sZYJCO
 

Imagen, sobre la presentación: http://goo.gl/zrcnCo
 

Momento, sobre la conferencia: http://goo.gl/Z1krTU
 

Imagen, sobre el libro: http://goo.gl/SqDQIT
 

Imagen, sobre la conferencia: http://goo.gl/PxXeSE

Gracias a todos los medios por su invaluable apoyo. Gracias a las empresas que apoyaron el lamnzamiento: La Chopería, Palomanía Zacatecas y Coca Cola.

viernes, 18 de julio de 2014

La lectura del viernes: Borges y yo


Borges y yo


 Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico. Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo xviii, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor. Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir, para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición. Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y solo algún instante de mi podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar. Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras cosas. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro.
         No sé cuál de los dos escribe esta página.

miércoles, 16 de julio de 2014

En obra negra: el estribillo


En obra negra: 
el estribillo




Como hemos visto, la relación que tenemos con las figuras retóricas es más que casual. En esta edición de En obra negra, hablaremos del estribillo, una figura con la que nos topamos todos los días.  Esta consiste en “la repetición esporádica o periódica de una idea especialmente clara, bella o medular. López Velarde nos ofrece un ejemplo en su poema Las provincianas mártires: ‘Me enluto por ti, Mireya, / y te rezo esta epopeya’. Inicia y termina con ella su poema y la expresa también a la mitad” (Jesús María Navarro: Diccionario de figuras retóricas)


Asimismo, encontramos esta figura en las canciones, pero allí todos la reconocemos como el “coro”: aquella parte de la letra que contiene la idea principal, y que se repite para dar cierto ritmo a la pieza. Veamos otro ejemplo de estribillo, un poema de Francisco de Quevedo, y no olvidemos que el “coro” es esta misma figura retórica. 


Poderoso caballero es don Dinero



Madre, yo al oro me humillo,

él es mi amante y mi amado,

pues de puro enamorado

de continuo anda amarillo.

Que pues doblón o sencillo

hace todo cuanto quiero,

poderoso caballero

es don Dinero.



Nace en las Indias honrado,

donde el mundo le acompaña;

viene a morir en España,

y es en Génova enterrado.

Y pues quien le trae al lado

es hermoso, aunque sea fiero,

poderoso caballero

es don Dinero.



Es galán, y es como un oro:

tiene quebrado el color;

persona de gran valor,

tan cristiano como moro;

que pues da y quita el decoro

y quebranta cualquier fuero,

poderoso caballero

es don dinero.



Son sus padres principales,

y es de nobles descendiente,

porque en las venas de Oriente

todas las sangres son reales.

Y pues es quien hace iguales

al duque y al ganadero,

poderoso caballero

es don Dinero.



Por importar en los tratos

y dar tan buenos consejos

en las casas de los viejos

gatos le guardan de gatos;

y, pues él rompe recatos

y ablanda al juez más severo,

poderoso caballero

es don dinero.



Nunca vi damas ingratas

a su gusto y afición,

que a las caras de un doblón

hacen sus caras baratas;

y pues hace las bravatas

desde una bolsa de cuero,

poderoso caballero

es don dinero.

Narradores, poetas, ensayistas, bloggeros, lectores…, ¿alguna vez han usado este recurso tan común en las canciones en otro tipo de textos?

Ana Isis Cardona Padilla 


martes, 8 de julio de 2014

En obra negra: la antífrasis

En obra negra: 
la antífrasis
 

En En obra negra, hoy comentamos una de las figuras de pensamiento ideales para los que gustamos del sarcasmo y la ironía. Es interesante ver cómo estas se cargan de significado solo cuando atendemos las otras redes de sentido en las que están insertas. Así sucede con la antífrasis, que “consiste en expresar una idea con palabras que significan lo contrario, en forma, por lo general, enfatizada e irónica. Por ejemplo: ‘¡Ahora sí quedamos bien!’, para reclamar un grave error o un desastre. O cuando se dice ‘¡Qué bonito!’, para iniciar una reprensión”. (Jesús María Navarro: Diccionario de figuras retóricas).

En una conversación, es fácil identificar cuando algo no significa lo que estrictamente significa: el tono de voz, los gestos del hablante o la velocidad con que se comunica el mensaje nos dan una idea de lo que en serio se desea transmitir; pero en el texto, el escritor debe ser más consciente tando de los recursos que están a su alcance como de sus límites y posibilidades.

Trasncirbimos, como ejemplo, el poema "Hasta luego", de Nicanor Parra:


Ha llegado la hora de retirarse
Estoy agradecido de todos
Tanto de los amigos complacientes
Como de los enemigos frenéticos
¡Inolvidables personajes sagrados!

Miserable de mí
Si no hubiera logrado granjearme
La antipatía casi general
¡Salve perros felices
Que salieron a ladrarme al camino!
Me despido de ustedes
Con la mayor alegría del mundo.

Gracias, de nuevo, gracias
Reconozco que se me caen las lágrimas
Volveremos a vernos
En el mar, en la tierra donde sea.
Pórtense bien, escriban
Sigan haciendo pan
Continúen tejiendo telarañas
Les deseo toda clase de parabienes
Entre los cucuruchos
De esos árboles que llamamos cipreses
Los espero con dientes y muelas.


Ustedes, narradores, poetas, ensayistas, bloggeros, lectores…, ¿qué recursos gráficos emplean para expresar esta figura retórica, sin que tenga que depender del contexto? 

Ana Isis Cardona Padilla
 

martes, 1 de julio de 2014

En obra negra: la sinécdoque


En obra negra: 
la sinécdoque






Esta sección de nuestro blog está dedicada a los escritores y “arquitectos del lenguaje" en general; su intención es analizar los recursos como ornamentos retóricos, entendiéndolos como técnicas para usar el lenguaje con fines persuasivos o estéticos. Lo que pretendemos no es mostrar verdades, sino generar un diálogo entre los amantes del discurso: narradores, poetas, ensayistas, bloggeros, lectores…



Empezamos con la sinécdoque, una figura retórica que nos ayuda a comprender la elasticidad de las palabras; además, nos deja claro que no siempre es un error no atender a su significado inmediato. Y mucho de esto es lo que hacen los grandes escritores: hacer que una palabra nos dé una referencia inesperada. 



Etimológicamente, sinécdoque viene del griego sin, junto con; y déjomai, recibir, tomar; podríamos definirla como una figura retórica que consiste en “extender, restringir o alterar la significación de las palabras por distintas relaciones que se establecen entre ellas”. (Jesús María Navarro: Diccionario de figuras retóricas).



Existen muchos tipos de sinécdoque que podemos encontrar no solamente en la literatura, sino también en muchas construcciones del habla cotidiana, pues no olvidemos que el origen de la retórica, en Grecia, con los sofistas, lo encontramos en la oralidad como la técnica para expresarse de manera adecuada para persuadir a un determinado auditorio.



Podemos encontrar y ejemplificar algunos tipos de sinécdoque:



a) La parte por el todo: “Muchas mentes están involucradas en este delito”. Aquí vemos cómo “mentes” sustituye a las “personas” involucradas, y, al mismo tiempo, el significado de “mente”, que representa una parte (de manera abstracta) de una persona, se extiende para hacerse pasar por una especie de sinónimo. Esta figura también se da inversamente: el todo por la parte: “México perdió contra Holanda”; aquí nos referimos no a los países, sino al pasado y desafortunado suceso de nuestra selección de futbol.



b) El continente por el contenido: “Se tomó tres vasos”. Quién no recuerda la ocurrente corrección de los anfitriones cuando les solicitamos una vaso de agua. En este ejemplo, el significado de “vaso” es una alteración, pues es imposible que bebamos un vaso; sin embargo, el continente pasa a representar el contenido, que, en este caso, nos sugiere algún líquido. También ocurre de la manera contraria: el contenido por el continente.           

c) El género por la especie: “Es un defecto de los mortales”, en lugar de decir “de los hombres”; o la especie por el género: “Vamos a unos frijolitos” en lugar de “Vamos a comer”.



d) El singular por el plural: “Cuando llora el hombre”, en lugar de “cuando lloran los hombres”; o el plural por el singular: dice Silvio Rodríguez: “Vienes quemando la brisa / con soles de primavera”; el sol es solamente uno. 



Otras construcciones que encontraremos son: la materia por el objeto, lo abstracto por lo concreto y el signo por la cosa representada. ¿Tienen a la mano algún ejemplo?

Ana Isis Cardona Padilla